¿POR QUÉ LEER A LOS CLÁSICOS?

Alumnos y profesores del IES "Barrio de Loranca" tuvimos ayer el privilegio de recibir en nuestra biblioteca, en nuestra casa, a Rosa Navarro Durán, catedrática de Literatura de la Universidad de Barcelona, investigadora y experta en el estudio y adaptación de nuestros clásicos. Rosa Navarro es una mujer enérgica y apasionada, una excelente comunicadora que posee un don especial: el de transmitir y contagiar su entusiasmo por los libros. Ama lo que hace, cree en lo que dice, y eso se nota.

Tras una breve presentación de Ana María Calderón, jefa del Departamento de Lengua Castellana, Rosa se dirigió al joven auditorio que llenaba la biblioteca partiendo de una idea básica: la importancia de la lectura, sobre todo para aquellos a quienes les gusta escribir. Puso el ejemplo (no podía ser de otra manera) de Miguel Hernández, que apenas fue a la escuela pero leyó muchísimo. Contó anécdotas de Miguel, de su vida durísima, de su tesón, de su constancia, de la fe inquebrantable que lo llevó a perseguir un sueño que, finalmente, hizo realidad, aunque no pudiera llegar a disfrutarlo.

Habló después de La Celestina, de la escena final de La Celestina. Nos la contó para demostrar que Rojas había tenido que leer otras obras, otras historias (Hero y Leandro, Dido y Eneas) para poder escribir la suya. Sin duda, Rojas había leído a los clásicos.
Habló también de Cervantes, de Don Quijote de La Mancha. De cómo Dulcinea del Toboso no podría existir si no hubiera existido antes Melibea. De cómo Don Quijote no sería el mismo si Cervantes no hubiera leído Tirante el Blanco. Se detuvo en algunos episodios de la obra de Martorell. Comparó al gigante Quirieleisón con el ciclista Induráin y a Tirante con Rafa Nadal. Cervantes, sin duda alguna, había leído a los clásicos.
Tocó el tema de El Lazarillo y, cuando le preguntamos por la autoría, se mostró firme en las conclusiones que la han llevado a editarlo como obra del erasmista Alfonso de Valdés. Está tan convencida de ello que convence. Pero, sobre todo, entusiasma y apasiona.
Gracias, Rosa. Ha sido un placer tenerte con nosotros, celebrar contigo (y con los clásicos) el Día del Libro. No se nos podría haber ocurrido una manera mejor de abrir nuestra semana cultural.