"En algún lugar de la biblioteca hay una página que ha sido escrita para nosotros." (ALBERTO MANGUEL)

martes, 16 de marzo de 2010

CLANDESTINOS


Un amigo íntimo me pidió que acudiera el sábado por la noche a su casa para mostrarme algo. Al llegar, abrió la puerta con aire de misterio y me hizo pasar sigilosamente a su cuarto de trabajo. Mientras yo curioseaba entre sus libros, él iba de acá para allá, ofreciéndome té, café, whisky, como si le diera miedo entrar en materia. Tras dejar transcurrir un tiempo prudencial, le pregunté si tenía algún problema. Respondió que no estaba seguro y a continuación, colocando el dedo índice sobre los labios, me arrastró al pasillo, desde donde nos dirigimos con movimientos furtivos al salón, cuya puerta estaba entreabierta. Al asomarme, vi a su hijo, de 18 años, instalado en el sofá, leyendo tranquilamente Madame Bovary.
De vuelta a su estudio, me miró con expresión interrogativa. “¿No te parece alarmante?” preguntó. “¿Preferirías que leyera Ana Karenina?, pregunté a mi vez. “Por Dios”, gritó, “es sábado por la noche y tiene 18 años; debería estar tomando cervezas con los amigos”. No le dije nada, pero lo cierto es que la imagen del joven, devorando aquella obra clásica, me había perturbado. Quizá no fuera un psicópata, pero tampoco se podía negar que le ocurría algo. Se empieza con rarezas de este tipo, que al principio hacen gracia, y se acaba leyendo a Samuel Beckett. “La lectura es buena”, le tranquilicé, “en eso está de acuerdo hasta el Ministerio de Cultura”. “La lectura”, respondió mi amigo, “es buena cuando tus amigos leen, como pasaba en nuestra época. Ahora es un síntoma jodido. Si al menos le diera por El Código Da Vinci, que no hace daño a nadie…”.
Me pidió que hablara con su hijo. “Después de todo”, añadió, “lo conoces desde que era niño y te escuchará mejor que a mí”. A los pocos días, me hice el encontradizo con el chaval y entramos en un bar. Hablamos de literatura y me pidió algún consejo para abordar la lectura de los clásicos latinos, que se le resistían. Le recomendé una edición bilingüe de la Eneida y me ofrecí para que la comentáramos juntos. Pagó él y, al despedirnos, me guiñó un ojo, diciéndome: “De todo esto, ni una palabra a mi padre, que está muy preocupado conmigo”. Así que llevamos dos semanas leyendo clandestinamente a Virgilio. ¿Adónde vamos a llegar?


7 comentarios:

Unknown dijo...

Simplemente genial, Millás rompiendo tópicos sobre los jóvenes y sobre la lectura :)

Lola MU dijo...

Qué intuición la tuya, Biblos; ¡la elección perfecta!¡Viva Millás!

biblioteca dijo...

Estupendo artículo. Una acierto ponerlo en el blog para acercarlo al alumnado.
Saludos desde Betanzos

Unknown dijo...

Pues no sé, pero de momento, en Madrid se han quitado de en medio, sin ningún pudor, el texto literario en la PAU en el examen de Lengua castellana y Literatura (se han habrán dado cuenta que se trata de algo poco práctico).

Montse dijo...

Me ha gustado mucho este texto. Tiene un "no se que" que atrae.

Esther Escorihuela dijo...

Me encanta, y no va tan descaminado. Lo aprovecharé para preparar la PAU. Gracias.

Unknown dijo...

Quise decir "se habrán dado cuenta de que".