Montag era bombero y su oficio consistía en provocar incendios. Todos los días buscaba libros escondidos, los encontraba, los tocaba, los colocaba sobre una rejilla, les aplicaba el lanzallamas y los veía arder. Pero Montag sabía leer, y todos los días, después de buscar, encontrar, tocar libros, contemplaba los rostros de los delincuentes que se aferraban a ellos con desesperación, para afrontar su destino con un orgullo misterioso y desafiante. Hasta que un día, cuando ninguno de sus compañeros podía verle, salvó un libro de la quema, se lo metió en el uniforme, lo escondió en su casa y, por la noche, mientras su mujer dormía, se levantó para empezar a leer la vida de David Copperfield. Había mucho dolor en aquel libro. Arbitrariedades, injusticia, soledad, desesperanza. Pero también había amistad, lealtad, cariño, amor. Montag fue descubriéndolo poco a poco, mientras leía por las noches. Y nunca volvió a ser el mismo.
El funcionario ejemplar empezó a sentir el uniforme del que antes había estado tan orgulloso como una cárcel que apenas le consentía respirar. El orden a cuya defensa había destinado su juventud se le apareció como una insoportable tiranía. Aunque los cacheaba igual que sus compañeros, dejó de detener a las personas que llevaban libros escondidos en la ropa y empezó a sufrir en los incendios como si el papel que ardía fuera su propia piel. Se convirtió en un clandestino mientras aún formaba parte del sistema, y cuando ya no pudo seguir haciendo la guerra por su cuenta, huyó para seguir las vías del tren, hasta llegar al bosque donde vivían los hombres-libro, aquellos que habían quemado su libro favorito sólo después de aprenderlo de memoria, una biblioteca viviente dispuesta a perpetuarse por generaciones para conservar la memoria del conocimiento humano, hasta que llegara el momento en que pudieran dictarla para que los libros se imprimieran de nuevo.
Esta historia se titula Farenheit 451, como la temperatura a la que arde el papel y de la que toma su nombre el cuerpo de bomberos al que Montag perteneció antes de que David Copperfield le convirtiera en un hombre distinto. Ray Bradbury la escribió en 1953, y François Truffaut la adaptó al cine en 1966, (...). Es, en todo caso, una historia emocionante, tan conmovedora como un espejo capaz de reflejar con una admirable precisión lo mejor y lo peor de la condición humana.
En los últimos tiempos he pensado mucho en Montag. Los debates sobre las nuevas tecnologías, los anuncios apocalípticos sobre el fin de mi oficio, las profecías que pretender salvar la literatura convirtiéndola en un ejercicio domesticado, sometido a la caridad de las subvenciones, o la condenan como un fósil prescindible de otros tiempos, me han devuelto a la serena determinación de los hombres-libro, al heroísmo que su libertad, su voluntad seguirá labrando a la humana escala de su memoria mientras quede un solo lector, un solo espectador de su epopeya.
Por eso los traigo aquí, ahora que el sol empieza a calentar y las calles, las plazas de tantos pequeños pueblos y grandes ciudades de España se llenan de puestos, de carpas, de casetas abarrotadas de libros que esperan a que un lector los tome en sus manos.
Porque ustedes no tienen más que salir de casa y dar un paseo para conjurar, en nombre de toda la Humanidad, al demonio que atormenta el corazón de Montag.
EL PAÍS SEMANAL, 24/04/2011
1 comentario:
Genial el libro. Yo hice algunos meses un club de lectura en mi blog http://clubdelectura-marian.blogspot.com sobre esta lectura y me encantó volver a disfrutar de su gran enseñanza. Os animo a visitarlo.
Mil saludos
MArian
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