El día del fin del mundo
La abeja ronda sobre los geranios,
El pescador teje una red luminosa,
En el mar juegan los alegres delfines,
Los tiernos gorriones saltan en el alero
Y luce dorada la piel de la serpiente,
Como debe ser.
El día del fin del mundo
Las mujeres van por el campo bajo las sombrillas,
El ebrio dormita a la orilla del césped,
Los verduleros gritan en la calle,
Y una lancha de vela amarilla encalla en la isla.
El tono del violín vibra en el aire
Y entreabre la noche estrellada.
Y los que esperaban relámpagos y truenos,
Quedan decepcionados.
Y los que esperaban señales y trompetas del arcángel
No creen que ha llegado la hora.
Mientras el sol y la luna estén en el firmamento,
Mientras el abejorro hechice a la rosa,
Mientras nazcan los niños dichosos,
Nadie cree que ha llegado la hora.
Sólo el anciano de cabello blanco, que podría ser profeta
Pero que no lo es, porque tiene otro oficio,
Murmura al coser las ristras de tomates:
Ya no vendrá otro fin del mundo,
Ya no vendrá otro fin del mundo.
Este es el poema en el que se basa "El día del fin del mundo", de Jorge Teillier.
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