En el principio existía la máscara, el grito, la danza del hechicero, el humano propósito de acceder al corazón de los dioses y obtener sus favores. En el principio -muy atrás en el tiempo, en el origen, tal vez en la leyenda- existía únicamente el instinto de imitación. Sólo más adelante llegó la palabra: primero en forma de monólogo y después de diálogo. Fue entonces cuando dicen que nació el teatro: en el preciso instante en que se aliaron por primera vez el gesto y la palabra, lo religioso y lo puramente festivo.
De todos los géneros de la literatura es el teatro el menos literario, el único que se presenta como una actividad colectiva y que demanda la colaboración de un público espectador y unos actores que lo hagan posible. Porque -no nos engañemos- una representación dramática es mucho más que un espectáculo, más que un acto cultural o social: una representación dramática es un acto de vida. Y un acto ciertamente irrepetible, pues nunca antes se ha realizado ni ha de volver a realizarse en el futuro en idénticas circunstancias.
Habrá quien se pregunte qué sentido puede tener celebrar hoy un Día Mundial del Teatro. Los que a estas alturas aún necesiten una razón que justifique el hecho teatral, no tienen más que detenerse a escuchar las palabras de aquellos que le dedicaron su existencia. Ellos nos dirían que "el teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su descenso". Que "el teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana". Que es "vida alucinada e intensa", "crimen gustoso e impune", "escuela de llanto y de risa", "tribuna libre donde los hombres pueden poner en evidencia morales viejas o equívocas y explicar con ejemplos vivos normas eternas del corazón y del sentimiento". Ellos nos animarían a "creer en un sentido de la vida renovado por el teatro, donde el hombre se adueñe impávidamente de lo que aún no existe y lo haga nacer". Porque "todo el mundo es teatro y todos somos en él comediantes". Porque "un pueblo que no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo".
Por todo ello, demos la bienvenida al Día Mundial del Teatro. Vayamos a los teatros. Tomemos al asalto los teatros. Vivamos intensamente la Noche de los Teatros. Colaboremos con los actores -herederos legítimos de aquel "hipócrita" llamado Tespis que, en el siglo VI a.C., anduvo los caminos de Grecia con su rústico carro- y sepamos ser agradecidos con su esfuerzo.
Demos definitivamente la bienvenida al teatro, formemos parte de una ceremonia irrepetible, un singular espectáculo que sin nosotros, el público, carece de sentido.
INMACULADA CAMACHO LÓPEZ
1 comentario:
Si es que lo que necesitamos es una buena catarsis...¡Qué lindo elogio, Inma!
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