Hemos visto, ¡alegría!, dar el viento
gloria final a las hojas doradas.
Arder, fundirse el monte en llamaradas
crepusculares, trágico y sangriento.
gloria final a las hojas doradas.
Arder, fundirse el monte en llamaradas
crepusculares, trágico y sangriento.
Gira, asciende, enloquece, pensamiento.
Hoy da el otoño suelta a sus manadas.
¿No sientes a lo lejos sus pisadas?
Pasan, dejando el campo amarillento.
Por esto, por sentirnos todavía
música y viento y hojas, ¡alegría!
Por el dolor que nos tiene cautivos,
por la sangre que mana de la herida
¡alegría en el nombre de la vida!
Somos alegres porque estamos vivos.
Tuve la inmensa suerte de conocer a José Hierro en un curso sobre Pedro Salinas en Santander. Luego, por circunstancias, yo pasaba a menudo por la puerta de un bar por el Retiro y...allí estaba él, escribiendo y mirando la ciudad por la cristalera. Gracias por regalarnos el poema. Siempre es un placer recordar a José Hierro.
ResponderEliminarUn poema precioso para disfrutar de esta estación. Alimentando los días grises con poesía parece que tengan otro color.
ResponderEliminarBesadetes / Besitos y mucha poesia