"En algún lugar de la biblioteca hay una página que ha sido escrita para nosotros." (ALBERTO MANGUEL)

jueves, 22 de diciembre de 2011

¡FELICES LECTURAS!



Feliz Navidad. Feliz descanso. Felices lecturas. Esperamos veros aquí en un futuro próximo.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

CUENTO DE NAVIDAD, de Charles Dickens

Es una novela corta, son 142 páginas dividas en cinco estrofas. El protagonista es Scrooge, un anciano avaro, tacaño, dueño de un banco en una pequeña ciudad de Londres, que no celebra la fiesta de Navidad a causa de su solitaria vida. No le importan los demás, ni siquiera su empleado Bob Cratchit.

En ocasiones he tenido dificultad con el vocabulario que me he ido encontrando en la lectura:

- Misantrópico.- Persona que tiene aversión al trato humano.

- Gabán: Abrigo.

- Talante: Actitud de una persona o estado de ánimo ante una determinada situación.

- Jactancia: orgullo excesivo.

- Comedido: cortés, prudente, moderado.

- Aldaba: pieza de metal que se pone en las puertas para llamar.

Personajes principales:

. Scrooge: es el protagonista, sólo le interesa ganar dinero, pero además no le divierte gastarlo, sino juntarlo y contarlo y una y otra vez. Tiene un sobrino Fred, hijo de su hermana fallecida, ni siquiera quiere pasar la Navidad con él.

. Bob Cratchit: es el único empleado, que trabaja en la oficina se Scrooge. Pasa mucho frío en la oficina, ya que Scrooge no quiere gastar dinero en carbón, para la estufa. Es muy pobre solamente recibe un sueldo semanal de quince chelines a la semana. Su personaje es todo lo contrario al del protagonista, no tiene dinero, tiene un hijo enfermo Tim. Pero a pesar de todo ello celebra la Navidad.

. Fred: sobrino de Scrooge, aunque su tío no se quiere relacionar con nadie, y trata tan mal a la gente, siempre invita a su tío en Navidad a cenar, pero este siempre lo rechaza.

. Jacob Marley, es el antiguo socio de Scrooge. Llevaba siete años muerto y era igual que Scrooge, tacaño y aburrido. Aparece en forma de fantasma, y le avisa que se le van a aparecer tres espectros durante la noche. El fantasma le cuenta que, por haber actuado de esta manera durante su vida, lo pagará en la eternidad. Pero que puede haber una última oportunidad para salvarse, si cambia. Para demostrarlo aparecen tres espectros, el pasado, el presente y el futuro.

1.- Espectro, le muestran como fueron las navidades en su infancia, como las celebraban y como poco a poco se fue obsesionando con enriquecerse.

2.- Espectro, el de las navidades presentes. Le muestra como pasa la Navidad su empleado Bob y su familia, cómo a pesar de sus dificultades y de tener un hijo enfermo, celebra la Navidad. También le muestra las imágenes de su sobrino celebrando la Navidad. A pesar de no ser amable con ellos, ambas familias le desean a Scrooge feliz Navidad.

3.- Espectro, le muestra las navidades venideras. Su casa será saqueada por los pobres. Scrooge morirá y todos le recordarán como una mala persona. El hijo de Bob también morirá.

Cuando desaparece el último espectro, Scrooge cambia de comportamiento, le sube el sueldo a Bob, le ayuda para que su hijo se cure, se empieza a relacionar con su familia y empieza a tratar bien a la gente. Este libro demuestra que la vida hay que disfrutarla, hay que apreciar todo lo que te puede hacer disfrutar, no sólo valorar lo material. En el libro triunfa el espíritu navideño por encima de todo. Cómo llega la magia de la Navidad a transformar a un anciano tacaño, avaro, egoísta a convertirlo en una persona generosa, buena, alegre, amable. La Navidad es maravillosa, yo disfruto mucho en Navidad, es la época en la que tenemos vacaciones, nos reunimos con toda la familia para celebrar la Navidad. He disfrutado bastante con el libro, además nos queda tan poquito para que llegue esta fiesta.

LUCÍA ORDÓÑEZ VINUESA 2º A

martes, 6 de diciembre de 2011

CUANDO HITLER ROBÓ EL CONEJO ROSA, de Judith Kerr

Es una novela amena, podríamos decir que es una novela histórica, en ella se trata la época en la que los judíos fueron perseguidos por los alemanes nazis. Es una novela basada en un hecho real, es lo que le sucedió a la autora del libro, Judith Kerr, pero cambiando los personajes.
El libro está dividido en 24 capítulos, el lenguaje utilizado se entiende bastante bien, y me ha resultado muy amena su lectura, auque la historia es bastante triste.
Personajes principales:
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Anna, una niña de 10 años, inteligente, soñadora que se adapta a los cambios continuos de domicilio y país, consiguiendo en cada lugar nuevos amigos.
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Max, hermano de Anna y su principal afición es el futbol. Cuida mucho de su hermana y ayuda a sus padres en lo que puede.
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Los padres de Anna.
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Omma
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Empy
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Perro Pumpel
Anna es una niña judía de 10 años que desea ser famosa como su padre, un periodista muy conocido. Cuando los nazis, con Hitler a la cabeza, están a punto de ganar las elecciones, ella y su familia se ven obligados a huir a Suiza, dejándolo todo atrás amigos, familia, recuerdos.

Anna y su hermano Max hacen buenos amigos en la nueva escuela. Sin embargo, tienen que vivir en un hotel muy barato. Su padre, al principio puede vender algunos artículos a los periódicos, pero después, por problemas económicos se tienen que marchar a Francia, donde vivirán en un piso en París. Allí tienen un familiar, que les ayuda dándolos telas para ropa, porque no tienen dinero. El padre consigue trabajo en un periódico francés y Anna y Max aprenden francés en su nuevo colegio. Viven allí durante dos años y luego se mudan a Londres.

En esta novela está constantemente presente el tema del racismo y la xenofobia. Recomiendo este libro, para entender como los judíos fueron perseguidos por los nazis, simplemente por sus ideas. La familia de Anna tiene que abandonar el país para evitar ir a un campo de concentración. Como un cambio político, de repente, de la noche a la mañana, cambia el destino de las personas. Anna, su hermano y sus padres se ven obligados a salir de su país, atravesar la frontera y convertirse así, en extraños en un país distinto, con una cultura e idioma diferente.

Este libro me ha recordado a otro libro que ley hace dos años, trataba también el tema de los alemanes contra los judíos, El niño del pijama de rayas, con el que lloré muchísimo.

El título del libro, Cuando Hitler robó el conejo rosa, hace referencia al juguete preferido de Anna. Al tener que salir apresuradamente, de su casa de Alemania, Anna tiene que elegir un solo juguete. Lo malo es que la niña tiene varios juguetes favoritos. Escoge el juguete nuevo, un perro de lana, en lugar de su compañero de toda la vida, el conejo rosa. Sin embargo, ella nunca olvidó su conejo. Ella no podía imaginar qué haría un hombre tan malo y mayor con un conejo rosa. Incluso la niña llega a soñar que Hitler, a quien ella encuentra un parecido a Charlie Chaplin, gracias a su conejo se va a convertir en un hombre bondadoso.

Es importante, cómo a pesar de los malos momentos, de tener que mudarse constantemente de país, la familia permanece siembre unida.

Un buen final sería que en Londres la familia fuera feliz, y que algún día pudieran volver a su país, Alemania. Pero lo realmente bueno sería que el racismo y la xenofobia desaparecieran para siempre.

LUCÍA ORDÓÑEZ VINUESA, 2º A

domingo, 4 de diciembre de 2011

UN MUCHACHO CON UN LIBRO

Un muchacho lee un libro. Tiene diecisiete o dieciocho años, llama la atención porque no es frecuente encontrar lectores en este paraje.

Estoy sentado donde suelo hacerlo cuando me encuentro en la plaza Mayor de Madrid, que es la terraza del bar Andaluz. Me gusta instalarme allí con un libro al sol de invierno o a la sombra del verano; y de vez en cuando, levantando la mirada, ver pasar a la gente o conversar con los camareros: dos viejos amigos que, desde su privilegiado observatorio, toman el pulso diario a la condición humana con singular sabiduría y precisión. Estoy allí, como digo, observando a ratos a los habituales que se buscan la vida en la plaza: el acordeonista virtuoso aunque no siempre oportuno, el que hace pompas de jabón, el Spiderman barrigudo que se fotografía con los paseantes. Y observo, una vez más, que la peña resulta agarradísima a la hora de soltar una chapa. Igual dan guiris o de aquí: ven a Bart Simpson en la plaza, se ponen al lado para hacerse una foto, y luego se largan sin dar las gracias ni soltar, por supuesto, una pequeña propina. Dando por sentado, los miserables, que el fulano que pasa todo el día al sol con tres kilos de paño encima está allí por simpatía y amor al arte, para que ellos se hagan fotos sonriendo felices, por la cara.

En una mesa cercana hay un muchacho que lee un libro. Tiene unos diecisiete o dieciocho años, está solo, y llama la atención porque no es frecuente encontrar lectores en este paraje. Está concentrado en las páginas, y de vez en cuando cierra el libro y se queda mirando la plaza sin verla, con la expresión de quien permanece ajeno a cuanto ocurre ante sus ojos. Con esa mirada ausente que todo lector conoce como propia: la de quien se detiene en el acto de leer pero no interrumpe la lectura, sino que sigue inmerso en las imágenes o las ideas que el libro suscita. Uno de los camareros pasa por mi lado y sonríe dirigiéndole una mirada de simpatía al muchacho, como si dijera: ahí tiene usted a un potencial cliente, o por lo menos a un colega devorador de letra impresa.

Me pregunto qué lee el muchacho. Por qué mundos andará, merced al libro que tiene en las manos. Con la curiosidad natural entre hermanos de la costa, hago esfuerzos por ver la tapa del volumen, arriesgando descoyuntarme las cervicales. Por el grosor y formato, parece una novela. No consigo ver el título ni la portada. Lo que está claro es que al joven le interesa mucho lo que lee, pues pasa las páginas con la decisión del lector seguro de sí; y cuando levanta la vista sostiene el volumen con ese tacto familiar, confianzudo, de quien siente con un libro en las manos el mismo consuelo, o confianza, que un pistolero al sopesar un revólver con seis balas en el tambor. Mucho se equivocan, pienso una vez más, quienes afirman que una tableta electrónica borrará el libro de papel de las necesidades humanas. Porque un libro no sirve sólo para leer. Sirve también para que su peso tranquilice las manos lectoras, para subrayar y ajar sus páginas con el uso, para regalar el ejemplar leído a personas a las que quieres. Para ver amarillear sus páginas con los años sobre los viejos subrayados que hiciste cuando eras distinto a quien ahora eres. Para decorar —no hay cuadro ni objeto comparable en belleza— una habitación o una casa. Para amueblar una vida.

El muchacho ha cerrado el libro y me parece advertir, aunque no distingo título ni autor, una ilustración en la tapa que parece un velero antiguo. Quizá se trate de una novela sobre el mar, concluyo. Tal vez en este momento el muchacho no está aquí sino empeñado a cañonazos, corriendo un temporal con sólo la gavia rizada del trinquete, apretando los dientes mientras empuña el arpón. Quizá en este momento navegue hacia islas a las que nunca llegan órdenes de captura, busque a los náufragos del Raquel, recorra entre astillazos la cubierta de la Suprise, o ice la bandera del corsario alemán Emdem para el último combate en las islas Cocos. Quizá —o sin duda— ese joven lector ha descubierto ya que para adueñarse cómodamente de ésos y otros mundos, para llenar la existencia propia de experiencias ajenas y vivir mil vidas que de otro modo serían imposibles, basta con abrir las tapas de un libro.

Al fin, el muchacho cierra su volumen, lo guarda en la mochila y se marcha. Lo sigo con la vista, deseándole silenciosamente suerte en zafarranchos, temporales y arribadas. Que tengas buen viento y buena caza, chaval. Le deseo. Que la vida te depare valor en combates y abordajes, dignidad en las derrotas, serenidad en los naufragios, amigos leales y hermosas mujeres a bordo o esperándote en los puertos. Y mientras se aleja me parece verlo caminar balanceándose ligeramente, tranquilo, alerta, afirmando los pies con seguridad a cada paso. Como si en ese momento cruzara su particular línea de sombra pisando la cubierta inestable de un barco, y en el libro que lleva en la mochila hubiese aprendido cómo hacerlo.


ARTURO PÉREZ REVERTE,

Milenio (11-6-2011)


jueves, 1 de diciembre de 2011

UN PREMIO CERVANTES QUE YA NO CREE EN LOS PREMIOS

A sus 97 años de edad, el chileno Nicanor Parra ha sido distinguido hoy con el Premio Cervantes 2011. Antipoeta, físico y matemático, maestro sin escuela, pescador de las cosas que andan por el aire, a Nicanor Parra le debemos infinidad de poemas, antipoemas, chistes y otros artefactos para desorientar a la poesía. Se enteró de la noticia por su nieto Cristóbal y, según su secretaria personal, está tranquilo, porque él ya no cree en los premios.
En el siguiente vídeo (vía LITERALIA TV) Gonzalo Escarpa y Alejandra Torray recitan su "Manifiesto". Habla por sí solo.